Medicina, una ciencia que abraza


 

El reto actual no está solo en dominar la tecnología, sino en NO olvidar la mirada del paciente detrás de la pantalla.

 

 


Cada 23 de octubre, México celebra el Día del Médico, una fecha que no solo reconoce a quienes visten bata blanca, sino a todos los corazones que laten detrás de un estetoscopio, a las manos que curan, consuelan y acompañan. Es un día para recordar que, antes de ser ciencia, la medicina fue arte; y antes de ser tecnología, fue amor.

El Día del Médico se instituyó en México en honor al doctor Valentín Gómez Farías, quien en 1833 impulsó la creación del Establecimiento de Ciencias Médicas, primer antecedente de la actual Facultad de Medicina de la UNAM. Desde entonces, cada 23 de octubre se rinde homenaje a quienes hacen de la salud su propósito y del servicio su destino.

La medicina no se elige: la medicina te elige a ti. Te encuentra cuando descubres que nada te conmueve tanto como aliviar el dolor de otro ser humano.

Ser médico no es una tarea, es un estilo de vida. Es una forma de amor disciplinado. Es vivir entre madrugadas y guardias, entre diagnósticos certeros y noches de incertidumbre. Es sostener cuando el cuerpo se quiebra, y recordar que, aunque la ciencia busca curar, el alma busca sanar.

Hay quienes creen que la medicina es una carrera de datos y protocolos, pero quienes la vivimos sabemos que también está hecha de poesía: de corazones que laten a contraluz de un monitor, de respiraciones que regresan tras una reanimación, de silencios que dicen más que un millón de palabras. Y cuando las palabras “ya no hay nada más que hacer” se asoman, el buen médico sabe que aún queda algo inmenso: acompañar. Porque incluso cuando la ciencia se detiene, el amor médico continúa.

En México, más de 300 mil médicos ejercen en hospitales, clínicas, consultorios y comunidades rurales. Muchos de ellos trabajan en condiciones desafiantes, enfrentando carencias de recursos, largas jornadas y, a veces, incomprensión social. Sin embargo, ahí están, presentes, sosteniendo un sistema que se mantiene en pie gracias a su entrega silenciosa.

Durante la pandemia, el país y el mundo entero redescubrieron lo que significa ser médico: un ser humano que se mantiene de pie cuando todos deben resguardarse. Por eso, este día no solo debe celebrarse, debe agradecerse.

Hoy la medicina se transforma con cada avance tecnológico. Inteligencia artificial, cirugía robótica, terapias génicas, medicina regenerativa… el futuro parece de ciencia ficción. Pero en el fondo, la esencia no cambia: curar sigue siendo un acto profundamente humano.

El reto actual no está solo en dominar la tecnología, sino en no olvidar la mirada del paciente detrás de la pantalla. Porque, aunque la máquina analice, solo el médico puede comprender. Y aunque el algoritmo sugiera, solo el médico puede acompañar.

A veces el corazón del médico se cansa. A veces sangra por dentro por los pacientes que no lograron sanar, por las historias que se quedan a medio escribir. Pero aun así late, firme y constante. Cada día, miles de médicos en México se colocan una bata blanca que no es solo un uniforme, sino un símbolo: representa limpieza, entrega, y una promesa silenciosa de hacer lo correcto, aunque duela, aunque canse, aunque nadie lo vea. 

Este 23 de octubre celebremos a todos los médicos y médicas de México. A los que siguen en formación, a los que ya tienen años de experiencia, a los que atienden en consultorios privados, hospitales públicos, hospitales privados o en comunidades lejanas. A los que sonríen detrás del cubrebocas y a los que aún creen que cada paciente merece lo mejor de ellos.

Ser médico es vivir sirviendo, curar amando y aprender eternamente. Y si alguna vez alguien pregunta qué se siente serlo, la respuesta podría ser esta: se siente como mirar de frente al dolor y, aun así, seguir creyendo en la belleza de la vida.

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